Devastación y falta de ayuda tras paso del huracán Otis.

 


27 Octubre 2023

                

Guerrero.- “Esto es peor de lo que fue el huracán Paulina”, así describen los acapulqueños el paso de “Otis” por el puerto, que está completamente destrozado. A más de 48 horas de que el huracán tocó tierra, continúan las fallas en la comunicación y la luz. El desabasto de alimentos empieza a sentirse.

En octubre de 1997, “Paulina” tocó tierra en Acapulco como un huracán de categoría 4, “Otis” lo hizo con categoría 5.

A los meteorólogos de México el pronóstico les salió con un margen de cinco horas de error. No hubo alertas, ni recorridos previos de las autoridades que avisaran de lo que se avecinaba. Eventos previstos, como la Convención Internacional de Minería y el Congreso Nacional de Control Automático, se realizaban a pesar de las condiciones climatológicas por el acecho del meteoro.

Los vientos golpearon el puerto con un rugido estremecedor que recorrió calles y avenidas a 270 kilómetros por hora. En la Costera Miguel Alemán, palmeras, y árboles volaron como papalotes. Les siguieron hoteles de los que quedaron sus esqueletos. Pocas casas y comercios lograron sobrevivir al paso de “Otis”.

En el Hotel Emporio, alrededor de las 11:40 de la noche del martes, el personal guio a los huéspedes a un salón para resguardarlos mientras el huracán azotaba el puerto; sin embargo, las instalaciones empezaron a romperse como cascarones. Poco después, quienes se encontraban más arriba del piso 5 lograron bajar hasta entrada la madrugada.

Algunos turistas se quejaron de que el personal no les advirtió sobre la magnitud del huracán y que todavía a las 22:00 horas permitió que fueran a la parte alta del hotel “cuando debían resguardarnos” o bien, conducirlos a algún refugio.

Los vientos y la lluvia se prolongaron durante tres horas y media. En las primeras horas tras el embate de “Otis” y ante la falta de prevención, personal del hotel Emporio facilitó comida, agua, sábanas, toallas y hasta internet mediante una antena especial no solo a huéspedes, sino a toda persona que se acercó a las instalaciones buscando ayuda.

Al paso del huracán le siguió la incertidumbre. El puerto estaba incomunicado, destruido y solo; no había ninguna información oficial que dijera a los ciudadanos qué hacer. La primera recomendación fue “no salir”, pero con los primeros rayos del sol fue visible la destrucción.