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La
variante del espectáculo de magia.
Hakobo
Morá.
Dos años ya este 29 de marzo cuando con dos días de muerta,
Helen Levitt fue hallada por su hermano en su casa de la isla de
Manhattan, en el año 2009. Aunque su cuerpo duerme, el mundo propio que
un día levantó su mirada surrealista, de acero social, y amorosa, está
latente como si se presenciara a la vida misma traer sobre el brazo la cámara
Leica de 35mm que va por los caminos retratando a los actos inhumanos y
todas las cosas funestas sobre este mundo.
En el portal digital de
la Galería
f5;6 se reproducen 36
instantáneas de la vasta obra de Levitt; ahí he encontrado una
fotografía en blanco y negro que se particulariza de las demás: Untitled,
New York (magic show, variant): Una niña con un velo cubriéndose
la cabeza, y su lado, un desvencijado baúl de cartón que quizá guardó
vestidos o muñecas; está a la defensiva la actitud de aquella niña:
el pie izquierdo dando un paso adelante, y con la mano derecha
sosteniendo un pedazo de madera con la piramidal forma de una daga. Me
ha intrigado la intención expresamente dulce y cruel que se ha
amalgamado en aquella fotografía. Quizá porque, el hecho de que yo
tenga recuerdos de una infancia feliz, me desconcierta de tal modo que
invade mi certidumbre al reflexionar sobre La
Ninfa,
la que habrá sostenido toda
una vida acribillada por el dolor y por la extrema pobreza desde niña,
y su muerte, la muerte de Ninfa,
la que dejó atrás a aquella niña que no volverá a ser, la que padeció
las condiciones de extrema hambruna, la mujer loca que se ganó el pulso
siniestro de su propia suerte.
¿Qué caso tendrá el que yo me proponga reivindicar, en una cuartilla,
el inalienable derecho de una vida digna? Viene a bien decirlo,
cuando el tema de la indigencia en nuestro país, el que está en
nuestras calles, el que figura con características de la vida insana y
por la condición del hambre y la sed que están ahí sobre todas
nuestras banquetas repletas de heroínas y de héroes, los que van
directo hacia el cadalso de la muerte, los que terminarán en el
traspatio del olvido al que todos nosotros los habremos de confinar. Pero
ya hay otra mujer viva, que también, sin identidad y sin apodo, confronta su espectro
silencioso el cual se encuentra atado al costal inhumano que es, a la
que se puede ver, atropelladamente, paseándose aquí en Zacapoaxtla con
su maleta de cartón que aprieta en sí misma gracias a las innumerables
venas de cintas sucias, grasientas, polvosas que la impiden
desparramarse. Estoy seguro que alguien habrá de hacerle un busto en
hierro forjado por la tenacidad y la puntualidad de su presencia en
nuestras calles, o un retrato al óleo con el rostro claro y las
mejillas rojas porque simplemente fue pieza clave en la edificación del
paisaje pintoresco de esta inigualable indeferencia social que nos
caracteriza. Actos de infinita caridad y cursilería. Mujer al final de
cuentas indigente, la cual se ha ocupado en sepultar el propio Estado
mexicano a través de las instituciones que se hacen llamar de
asistencia pública pero que por parte de
los funcionarios en Zacapoaxtla no existe ni la más remota intención
de parar en seco a la pobreza. Pero, existe la oportunidad de resarcir,
de algún modo, el daño causado por la que no pudimos ayudar, pero no
haciéndola el rostro para las fiestas patrias de la feria de abril y la
feria de mayo, porque si no la nueva mujer se nos mostrará,
paulatinamente, en descomposición, en la completitud de sus carnes
flojas y malolientes, porque de hacerlo así ni el más grande genio
logrará cambiarle el rostro a la muerte de la que somos responsables.
Nuestra fuerza debe hacer desaparecer aquel peso miserable que ella
lleva a cuestas con el castañeo incomparable de todos los dientes caníbales
de los políticos que hacen más grave y más hondo el encarnizamiento
de nuestra gente...
Fue
que gracias a la amistad entablada con Luis Buñuel, la razón que
posibilitó a Helen Levitt a
retratar en México a la pobreza -como la que nos acongoja en la sierra
norte de Puebla-, como la de todos aquellos rostros afectados -no por la
ingesta del pulque-, sino por la ironía de la proclama cardenistamente
agrarista y de los inexistentes logros por la inmediatez de la
nacionalización del petróleo.
Duele
mucho pensar que en la actualidad el presidente de México diga “que
ya estamos saliendo de la crisis económica”, porque no hay nada peor
que la gran burla presidencial cínicamente retrada en sí misma.
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