Rincón Poético

 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

* Instantes

* La Luna

* No quiero Convencer a nadie de nada

* Poema del japonés Mitsuo Aida

* Tía Chofi

* CANCIÓN DE LA VIDA PROFUNDA

* Me encanta Dios

 

 

ME ENCANTA DIOS

Me encanta Dios. Es un viejo magnifico que no se toma en serio. A él le gusta jugar y juega. Y a veces se le pasa la mano y nos rompe una pierna y nos aplasta definitivamente. Pero esto sucede porque es un poco cegatón y bastante torpe de las manos.
Nos ha enviado a algunos tipos excepcionales como Buda, o Cristo o Mahoma, o mi tía Chofi, para que nos digan que nos portemos bien. Pero eso a él no le preocupa mucho: nos conoce. Sabe que el pez grande se traga al chico, que la lagartija grande se traga a la pequeña, el hombre se traga al hombre. Y por eso inventó la muerte: para que la vida -no tú ni yo- la vida sea para siempre.
Ahora los científicos salen con su teoría del Bing Bang... Pero ¿qué importa si el universo se expande interminablemente o se contrae? Esto es asunto sólo para agencias de viajes.
A mi me encanta Dios. Ha puesto orden en las galaxias y distribuye bien el tránsito en el camino de las hormigas. Y es tan juguetón y travieso que el otro día descubrí que ha hecho -frente al ataque de los anbióticos- ¡bacterias mutantes!
Viejo sabio o niño explorador, cuando deja de jugar con sus soldaditos de plomo y de carne y hueso, hace campos de flores o pinta el cielo de manera increíble.
Mueve una mano y hace el mar, mueve otra y hace el bosque. Y cuando pasa por encima de nosotros, quedan las nubes, pedazos de su aliento.
Dicen que a veces se enfurece y hace terremotos, manda tormentas, caudales de fuego, vientos desatados, aguas alevosas, castigos y desastres. Pero esto es mentira.
Es la tierra que cambia -y se agita y crece- cuando Dios se aleja.
Dios siempre esta de buen humor. Por eso es el preferido de mis padres, el escogido de mis hijos, el más cercano de mis hermanos, la mujer más amada, el perrito y la pulga, la piedra más antigua, el pétalo más tierno, el aroma más dulce, la noche insondable, el borboteo de luz, el manantial que soy.
A mi me gusta, a mi me encanta Dios.
Que Dios bendiga a Dios.

 JAIME SABINES

 

CANCIÓN DE LA VIDA PROFUNDA

“El hombre es cosa vana,
Variable y ondeante,
Y es difícil formar sobre él,
Un juicio definitivo y uniforme”. (Montaigne)

Hay días que somos tan móviles, tan móviles,
Como las leves briznas al viento, al azar,
Talvés bajo otro cielo, la Gloria nos sonríe…
La vida es clara, undívaga y abierta como un mar.

Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles,
Como en Abril el campo que tiembla de pasión;
Bajo el influjo próvido de espirituales lluvias,
El alma está brotando, florestas de ilusión…

Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos,
Niñez en el crepúsculo, lagunas de zafir,
Que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza,
Y hasta las propias penas, nos hacen sonreír.

Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos,
Como la entraña obscura, de obscuro pedernal,
La noche nos contempla, con sus profusas lámparas,
En rútilas monedas, tazando el bien y el mal.

Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos,
Que nos depara en vano su carne de mujer,
Tras de ceñir un talle o acariciar un seno,
La redondez de un fruto nos vuelve a estremecer.

Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres,
Como en las noches lúgubres el llanto del piñar;
El alma gime entonces, bajo el dolor del mundo,
Y acaso mi Dios mismo, nos puede consolar.

Más, hay también ¡Oh tierra!, un día… un día… un día,
En que elevemos anhelos para jamás volver,
Un día en que discurran vientos ineluctables,
¡un día en que ya nadie nos pueda retener!


Porfirio Barba Jacov
Tepic, Nayarit, a 28 de julio de 1987

Tía Chofi

Autor: Jaime Sabines

Amanecí triste el día de tu muerte, tía Chofi
pero esa tarde me fui al cine e hice el amor.
Yo no sabía que a cien leguas de aquí estabas muerta
con tus setenta años de virgen definitiva,
tendida sobre un catre, estúpidamente muerta.
Hiciste bien en morirte, tía Chofi,
porque no hacías nada, porque nadie te hacía caso,
porque desde que murió abuelita, a quien te consagraste,
ya no tenías qué hacer y a leguas se miraba
que querías morirte y te aguantabas.
¡Hiciste bien!
Yo no quiero elogiarte como acostumbran los arrepentidos,
porque te quise a tu hora, en el lugar preciso,
y harto sé lo que fuiste, tan corriente, tan simple,
pero me he puesto a llorar como una niña porque te moriste.
¡Te siento tan desamparada,
tan sola, sin nadie que te ayude a pasar la esquina,
sin quien te dé un pan!
Me aflige pensar que estás bajo la tierra
tan fría de Berriozábal,
sola, sola, terriblemente sola,
como para morirse llorando.
Ya sé que es tonto eso, que estás muerta,
que más vale callar,
¿pero qué quieres que haga
si me conmueves más que el presentimiento de tu muerte?
Ah, jorobada, tía Chofi,
me gustaría que cantaras
o que contaras el cuento de tus enamorados.
Los campesinos que te enterraron sólo tenían
tragos y cigarros,
y yo no tengo más.
Ha de haberse hecho el cielo ahora con tu muerte,
y un Dios justo y benigno ha de haberte escogido.
Nunca ha sido tan real eso en lo que tu creíste.
Tan miserable fuiste que te pasaste dando tu vida
a todos. Pedías para dar, desvalida.
Y no tenías el gesto agrio de las solteronas
porque tu virginidad fue como una preñez de muchos hijos.
En el medio justo de dos o tres ideas que llenaron tu vida
te repetías incansablemente
y eras la misma cosa siempre.
Fácil, como las flores del campo
con que las vecinas regaron tu ataúd,
nunca has estado tan bien como en ese abandono de la muerte.
Sofía, virgen, antigua, consagrada,
debieron enterrarte de blanco
en tus nupcias definitivas.
Tú que no conociste caricia de hombre
y que desjaste que llegaran a tu rostro arrugas antes que besos,
tú, casta, limpia, sellada,
debiste llevar azahares tu último día.
Exijo que los ángeles te tomen
y te conduzcan a la morada de los limpios.
Sofía virgen, vaso transparente, cáliz,
que la muerte recoja tu cabeza blandamente
y que cierre tus ojos con cuidados de madre
mientras entona cantos interminables.
Vas a ser olvidada de todos
como los lirios del campo,
como las estrellas solitarias;
pero en las mañanas, en la respiración del buey,
en el temblor de las plantas,
en la mansedumbre de los arroyos,
en la nostalgia de las ciudades,
serás como la niebla intocable, hálito de Dios que despierta.
Sofía virgen, desposada en un cementerio de provincia,
con una cruz pequeña sobre tu tierra,
estás bien allí, bajo los pájaros del monte,
y bajo la yerba, que te hace una cortina para mirar al mundo.

 

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Poema del japonés Mitsuo Aida

(Calígrafo y poeta 1929– 1991)

 

Por haber vivido intensamente

su vida,

La hierba seca aún llama la atención de quien pasa,

Las flores solo florecen

Y lo hacen lo mejor que pueden,

El lirio blanco con el valle,

que nadie ve,

No necesita explicar nada a nadie,

Vive solo para la belleza,

pero los hombres no pueden convivir con el “solo”.

 

Si los tomates quieren ser melones,

Se transformarán en una farsa.

Mucho me asombra,

Que tanta gente esté ocupada,

En querer ser quien no es,

 ¿Qué gracia tiene transformarse en una farsa?

 

No necesitas fingir que eres fuerte,

No debes probar siempre que todo va bien,

No puedes preocuparte de lo que piensan los otros,

Llora si lo necesitas,

Es bueno llorar hasta que no quede ni una lágrima,

(pues entonces podrás volver a sonreír).

Edición de Paulo Coelho

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No quiero Convencer a nadie de nada

(Jaime Sabines)

No quiero convencer a nadie de nada.

Tratar de convencer a otra persona es indecoroso,

es atentar contra su libertad de pensar o creer o de hacer lo que le dé la gana.

Yo quiero sólo enseñar, dar a conocer, mostrar, no demostrar.

Que cada uno llegue a la verdad por sus propios pasos,

y que nadie le llame equivocado o limitado.

 (¡Quién es quién para decir “esto es así”,

si la historia de la humanidad no es más que una historia de contradicciones

y de tanteos y de búsquedas?)

                Si a alguien he de convencer algún día, ese alguien ha de ser yo mismo.

Convencerme de que no vale la pena llorar, ni afligirse, ni pensar en la muerte.

“La vejez, la enfermedad y la muerte” de Buda,

no son más que la muerte, y la muerte es inevitable.

Tan inevitable como el nacimiento.

Lo bueno es vivir del mejor modo posible.

Peleando, lastimando, acariciando, soñando.

(¡Pero siempre se vive del mejor modo posible!)

Mientras yo no pueda respirar bajo el agua, o volar

 (pero de verdad volar, yo solo, con mis brazos), tendrá que gustarme    

                caminar sobre la tierra, y ser hombre, no pez ni ave.

No tengo ningún deseo que me digan

que la luna es diferente a mis sueños.

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INSTANTES

(Autor: Don Herold, adaptación: Jorge Luis Borges)


Si pudiera vivir nuevamente mi vida,
en la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido,
de hecho tomaría muy pocas cosas en serio
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos, haría más viajes,  contemplaría más atardeceres,
subiría más montañas, nadaría más ríos.

Iría a más lugares adonde nunca he ido, comería más helados y menos pastas, tendría más problemas reales y menos imaginarios.
Yo fui una de esas personas que vivió sensata
y prolíjamente cada minuto de su vida;
claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás,
trataría de tener solamente buenos momentos.
Porque de eso está hecha la vida, de momentos,
momentos para no perderlos nunca
Yo era uno de esos que nunca
iban a ninguna parte sin un antialérgico, una muda de ropa,
un impermeable y un paracaídas;
si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano
y comenzaría a caminar descalzo a principios de la primavera
y seguiría así hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita, jugaría con más niños,
iría a mas bailes, miraría mas amaneceres, regalaría mas flores
y amaría mas mujeres
si tuviera otra vida por delante.
Pero no tengo otra vida por delante y no puedo volver atrás.

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LA LUNA

Autor: Jaime Sabines

La luna se puede tomar a cucharadas
o como una cápsula cada dos horas.
Es buena como hipnótico y sedante
y también alivia
a los que se han intoxicado de filosofía
Un pedazo de luna en el bolsillo
es el mejor amuleto que la pata de conejo:
sirve para encontrar a quien se ama,
y para alejar a los médicos y las clínicas.
Se puede dar de postre a los niños
cuando no se han dormido,
y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos
ayudan a bien morir
Pon una hoja tierna de la luna
debajo de tu almohada
y mirarás lo que quieras ver.
Lleva siempre un frasquito del aire de la luna
para cuando te ahogues,
y dale la llave de la luna
a los presos y a los desencantados.
Para los condenados a muerte
y para los condenados a vida
no hay mejor estimulante que la luna
en dosis precisas y controladas.

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